viernes, 21 de enero de 2011

Las mujeres rurales se enfrentan a una creciente desigualdad


Un informe reclama que se permita a las mujeres liderar el crecimiento económico y la reducción de la pobreza en el medio rural

Roma/Ginebra, 21 de enero de 2011 - Un reciente informe elaborado por diversos organismos de la ONU sobre las consideraciones de género en el trabajo agrícola indica que las mujeres obtienen todavía menos beneficios del empleo rural y se enfrentan a nuevas dificultades debido a la actual crisis económica y alimentaria.

El informe, Gender dimensions of agricultural and rural employment: Differentiated pathways out of poverty (Dimensiones de género en el empleo agrícola y rural. Vías diferenciadas para salir de la pobreza), señala que "a pesar de que la desigualdad de género varía de forma considerable entre las diferentes regiones y sectores, existe la evidencia de que, a nivel global, las mujeres obtienen un menor beneficio del empleo rural -ya sea en un trabajo asalariado o por cuenta propia- que los hombres".

Al mismo tiempo, se indica que además de otros desafíos relacionados con las desigualdades de género en el empleo rural, "la reciente crisis económica y financiera ha ralentizado el proceso hacia una mayor igualdad de género" y el trabajo digno para las mujeres en las zonas agrícolas y rurales en los últimos años.

"Con la pérdida de empleos y los recortes en el gasto en infraestructuras y servicios sociales, se ha intensificado la carga de las mujeres para cuidar a otras personas y el trabajo no renumerado, con lo que su contribución financiera a la seguridad alimentaria familiar disminuirá", señala el informe. "La situación es especialmente grave en el caso de los hogares encabezados por mujeres", advierte.

El documento cita también la migración y la feminización de las actividades rurales, el comercio internacional y la diversificación de la economía rural y el trabajo infantil como otras de las cuestiones y tendencias que afectan a las mujeres empleadas en labores agrícolas.

Realizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y la Organización Internacional del Trabajo (OIT), este estudio reúne las últimas ideas sobre la dimensión de género del trabajo agrícola y rural, y busca promover el debate sobre la importancia de las mujeres en el crecimiento de la economía rural y la mitigación de la pobreza.

Igualmente se señala que algunos factores que pueden empujar a las mujeres a una situación de desventaja económica son: el empleo (ocupación y tarea), segmentación (las mujeres se emplean de forma desproporcionada en empleos de baja calidad), la diferencia salarial entre hombres y mujeres y el número menor de horas de trabajo renumerado, pero en conjunto con una mayor carga de trabajo.

Como ejemplo, el informe asegura que "es interesante observar que el 90 por ciento de la diferencia de salarios por razón de sexo en los países desarrollados o en desarrollo no puede justificarse: en otras palabras, debe atribuirse a una discriminación por cuestión de género".

Los autores demuestran que las mujeres sufren una discriminación que limita tanto su productividad económica como su desarrollo a nivel personal. Las mujeres necesitan tener acceso a la educación, formación, crédito, mercados, ayuda técnica y protección del empleo. Necesitan un acceso equitativo y seguro a la tierra y otros activos. Y requieren también "capital social", incluyendo la capacidad de participar de forma igualitaria con los hombres en las organizaciones campesinas.

Con estas ventajas (que los hombres disfrutan desde hace tiempo), las mujeres pueden incrementar su contribución al desarrollo nacional y la reducción de la pobreza. El 70 por ciento de los 1 400 millones de personas en situación de extrema pobreza que hay en el mundo en desarrollo, viven en zonas rurales. De este modo, aumentar la participación de las mujeres rurales en la economía es crucial para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio.

Entre las diversas conclusiones del informe, destacan:

La enorme contribución económica del trabajo no remunerado debe ser reconocida, y hay que tomar medidas para reducir y redistribuir la carga del trabajo doméstico. Los programas de trabajo en obras públicas pueden apoyar la igualdad de género en el empleo rural, en especial si los beneficiarios participan realmente en su diseño. Promover la educación femenina de calidad en las áreas rurales y reducir las diferencias de género en la enseñanza primaria y secundaria mejorará el acceso de la mujer a empleos dignos. Las exportaciones tradicionales no agrícolas pueden generar empleo de calidad para mujeres y hombres, pero las mujeres en particular son vulnerables a un cumplimiento poco estricto de las normas de trabajo. Un paquete de medidas de políticas complementarias sería necesario para hacer frente a las numerosas diferencias de género en el empleo rural. Las medidas deberían incluir las reformas legales para promover la igualdad de género, las redes de protección social, la ayuda a las organizaciones que apoyan a los campesinos, mujeres y jóvenes, los programas de atención infantil, educación y un mejor acceso a la información y los mercados laborales.La piedra angular del análisis del informe es el Programa de trabajo decente de Naciones Unidas, centrado en mejores empleos, protección social, la aplicación universal de los estándares laborales y la promoción de instituciones rurales equitativas.

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