lunes, 20 de abril de 2009

Los Zabaleen de El Cairo (Parte I)


Por: LRI Daniel Gamboa Gálvez

En Egipto, la gubernatura de El Cairo no destina recursos de su presupuesto para la instrumentación de un sistema público de recolección de basura. Sin embargo, desde la década de 1950, la metrópolis africana cuenta con el mayor centro de reciclaje del mundo y un sistema altamente organizado de recolección de desperdicios.
La operación es realizada manualmente por casi medio millón de personas que radican a las afueras de El Cairo y lejos de la vista de turistas, ciudadanos y autoridades. A estas personas, marginadas por su labor y sus creencias, se les conoce como zabaleen (za-ba-lin). Ante el vacío institucional, múltiples organizaciones locales e internacionales colaboran para mejorar las condiciones de vida de la comunidad zabaleen.

En las páginas siguientes se describen el contexto, el origen, las pericias y los apoyos que han hecho de los zabaleen un caso ejemplar de desarrollo comunitario, con elevada tendencia a satisfacer los preceptos de un desarrollo humano sustentable.

CONTEXTO NACIONAL

La República Árabe de Egipto es clave dentro del mundo árabe. En la década de 1950, Egipto vivió el origen tanto del nacionalismo árabe como de los primeros movimientos de radicalismo islámico. Desde entonces existe una fuerte presión por parte de grupos fundamentalistas islámicos por convertir Egipto en un estado teocrático, entre los cuales destaca al-Gamia-al-Islamiya, responsable de múltiples atentados en el país desde 1981 a la fecha. Situación que el gobierno del Presidente Mubarak ha intentado contener mediante un estado de emergencia permanente desde la década de 1980 hasta hoy día.
A partir de la década de 1990 se han presentado diferentes propuestas parlamentarias para la mejora del estatus de las mujeres en Egipto, como la prohibición de la circuncisión femenina, la facilitación de trámites de divorcio, y concesión de permisos para salir del país sin autorización de los maridos. Propuestas que han encontrado fuerte oposición por parte de los sectores tradicionalistas, por considerarlas medidas no islámicas.

Egipto cuenta con 1,001,450 km2 de territorio, de los cuales el 2.8 por ciento es tierra cultivable, concentrada en las inmediaciones del valle y del delta del río Nilo. Sus habitantes rondan los 78.9 millones, de los cuales el 43.9 % vive con menos de 2 dólares al día, y el analfabetismo llega a una taza de 44.4 puntos porcentuales (UNDP, 2005)

La ciudad capital de Egipto, El Cairo, tiene un aproximado de 10,834,000 habitantes, con un ritmo de crecimiento de un millón de habitantes cada 8 meses; lo que le ubica entre las 13 ciudades más pobladas del mundo y el mayor centro urbano de África y del mundo musulmán. Además, El Cairo es la ciudad con mayores referencias culturales dentro del mundo árabe al concentrar una importante cantidad de universidades, bibliotecas y museos históricos, y cuyo centro histórico recibió la denominación de patrimonio de la humanidad en 1979 por parte de la UNESCO.

ORIGEN

Descendientes de dos olas migratorias provenientes del sur y del desierto de Egipto, los zabaleen (basureros, en árabe), conforman una comunidad compuesta principalmente por cristianos ortodoxos de la rama copta, quienes han hecho de la recolección y reciclado de desperdicios su principal sustento de vida. Estos cristianos coptos, segregados a una actividad valorada como impropia y por tanto impracticable por los musulmanes, se asentaron a las faldas del Monte Mokattam. La población de cristianos coptos, representa el 10% de la población total en Egipto, el 90% restante son musulmanes, lo que les califica como minoría (Rose, 2007).

De hecho, los coptos podrían calificarse también como los egipcios originarios, toda vez que el cristianismo fue la primera religión en instaurarse en Egipto bajo el dominio del Imperio Romano, hasta el siglo VII. Tras la caída del Imperio Romano-Bizantino, cuya iglesia fuera la cristiana ortodoxa, las invasiones árabes y musulmanas fueron haciendo de los coptos la minoría histórica dentro de su propia patria (Ibrahim, 2006).

Los primeros en dedicarse a la recolección de desperdicios en El Cairo fueron los wahiya (gente del oasis, en árabe), migrantes de los oasis Dakhla y Kharga que se vieron afectados por fuertes sequías en 1890. En un principio solo se trataba de recoger desperdicios orgánicos y papel. Los wahiya tuvieron oportunidad de negocio al descubrir que había escasez de combustible para calentar el agua en los cientos de baños públicos de El Cairo, por lo que vendían mezclas disecadas de papel y leguminosas podridas como combustible para quemar, posteriormente empezarían a ofrecer compostas a los jardines de los parques y hogares (Rose, 2007).

Años más tarde, en la década de 1940 se produjo otra migración, esta vez de campesinos cristianos. Quienes llegaron a El Cairo buscando emplearse dentro de los múltiples servicios que sostenían el dinamismo de la incipiente metrópoli. Estos campesinos, que criaban aves, cabras y cerdos, coincidieron en los barrios pobres con los wahiya; a quienes compraban los desechos orgánicos para alimentar sus rebaños. Conforme los tipos de desperdicios fueron cambiando, wahiya y zabaleen desarrollaron una división de trabajo, en la que los zabaleen recogieron los desechos casa por casa con el beneplácito de los wahiya, todos musulmanes, quienes hacían de intermediarios administrando las rutas de recolección. Posteriormente los zabaleen se quedaron con todos los desperdicios excepto papel, que daban a los wahiya.

LA CIUDAD DE LA BASURA

Actualmente, los zabaleen habitan viven dentro de cinco comunidades dispersas en El Cairo, siendo la principal el barrio de Manshiyet Nasser, vulgarmente conocido como la ciudad de la basura. El testimonio de un visitante de la zona describe su experiencia en Manshiyet Nasser como horriblemente intensa y pestilente: es el barrio de los basureros y es muy grande. No puedes imaginar el olor de ese lugar… y las dimensiones lo hacen aún peor, hay basura en las calles, dentro de las casas, en los portales, en las azoteas, por todos lados (Otero, 2007). Sin servicios básicos como drenaje, agua potable, calles pavimentadas, ni transporte público, Manshiyet Nasser es prácticamente un ghetto; un conjunto de viviendas y edificios en el que sus habitantes conviven con la acumulación de desperdicios en condiciones casi infrahumanas, aislados de quienes producen a diario tales desechos, el resto de la ciudad y sus turistas. En este barrio, sus habitantes viven bajo amenaza constante de contraer cualquier tipo de enfermedad insalubre (deshidratación, diarrea, conjuntivitis, anemia, hepatitis, tuberculosis), confinados entre la suciedad para sobrevivir (Iskandar, 2001).

El Cairo genera poco más de 13,000 toneladas métricas de desperdicios cada día, de las cuales los zabaleen recuperan más de la tercera parte recorriendo los diferentes distritos de El Cairo. Se estima que los zabaleen reciclan un 85 por ciento de los materiales que recolectan de la ciudad, superando en ese sentido a muchos sistemas de gestión de desperdicios conocidos en el mundo occidental. El índice más elevado es el de Alemania con un 49 por ciento, seguido por Bélgica con el 39 por ciento, Suecia con 37 por ciento, y Estonia e Irlanda, ambos con 34 puntos porcentuales (Eurostat,2009). Además, el sistema informal de los zabaleen genera una taza de 7 a 8 empleos por cada tonelada de material recolectado (Mohamed, 2007).

Irónicamente, los procesos de recolección y reciclado que emplean los zabaleen son prácticamente domésticos o artesanales. Viviendo con y de los desperdicios de la ciudad, los zabaleen recorren las calles de El Cairo, y por cuotas mensuales que oscilan entre .50 y 2.50 dólares recogen a domicilio la basura de hogares y establecimientos (Rose, 2007). Con carruajes impulsados por burros, bicicletas, o furgonetas en los mejores casos, los zabaleen transportan enormes bultos a Mashiyet Nasser, en donde los desperdicios son procesados por miles de familias. Niñas y niños, adolescentes, madres y abuelas se encargan de separar y clasificar manualmente retazos de papel, cartón, cristales rotos, latas, productos plásticos o textiles, trozos de metal, alimentos podridos o por serlo; estos últimos, junto con otros desperdicios orgánicos, se destinan para alimentar aves de corral o ganado, principalmente porcino (Hansen, 2008).

La carne que obtienen de estos animales, considerados impuros bajo los preceptos islámicos, es vendida a tiendas, restaurantes y hoteles en El Cairo con clientela principalmente occidental. Los zabaleen se han especializado a tal grado, que algunas familias o incluso calles enteras se dedican a un particular tipo de material. Una vez empacados según su categoría, se someten los materiales a sus respectivos procesos de reciclaje en los traspatios de las casas. El material reciclado es lavado y comprimido para ser reutilizado en la fabricación de utensilios domésticos, vendido a los artesanos del barrio musulmán Darb-Al Ahmar, a las fábricas locales en otros distritos de la ciudad, o embarcado en los puertos para su exportación a China (Rose, 2007).

SERVICIO ILEGÍTIMO

A finales de la década de 1980, la Gubernatura de El Cairo emitió un bando con el cual prohibía el uso de carruajes impulsados por mulas. En la década de 1990, las autoridades egipcias contrataron compañías extranjeras, españolas e italianas, para que desarrollaran sistemas privados de gestión de desperdicios y se hicieran cargo de la basura en tres de las principales ciudades del país: El Cairo, Alejandría y Giza. Acción que se ha percibido como una amenaza directa al sustento de los zabaleen. Sin embargo, estas compañías han encontrado serias dificultades para adaptar sus sistemas a los contextos locales, entre ellos las angostas calles del laberinto de la ciudad, y la nula existencia de una cultura de separación de materiales entre los millones de consumidores (Rashed, 2006).

Las compañías extranjeras ofrecieron empleos a los zabaleen, pero las propuestas implicaban más pérdidas que mejorías para los zabaleen. Empezando por el hecho que los salarios ofrecidos eran menores a los ingresos que la gente percibía por su cuenta mediante la recolección y el reciclado. Las compañías solo se interesaban en contratar a los hombres más jóvenes y en perfecta salud, dejando fuera a las mujeres y personas de la tercera edad que colaboraban en los procesos tradicionales (Rashed, 2006). Por lo que las compañías extranjeras compiten actualmente con la eficaz destreza de los zabaleen por los desperdicios de la ciudad.

Los municipios de Alejandría y Giza, optaron por acordar con los zabaleen la recolección de materiales que encontraran en los contenedores y en los rellenos sanitarios, siempre que estos permanecieran limpios (Rashed, 2006).
Del tercio de basura que las compañías recolectan, se recicla un 20%, frente al 85% que los zabaleen procesan artesanalmente. El resto de los desperdicios que no consiguen recolectar los zabaleen ni las empresas privadas, se acumula en las esquinas de las zonas más humildes de El Cairo. En cuyo caso los trabajadores municipales terminan incinerando esta basura, incrementando la contaminación atmosférica de la ciudad (Iskandar, 2001).

La idea del gobierno egipcio de reemplazar a los zabaleen con modernos camiones, operarios con uniformes coloridos, contenedores rotulados, y rellenos sanitarios más grandes concesionados a tales compañías, formó parte de una estrategia para promover la modernización de las ciudades egipcias. Dando la impresión que Egipto se avergonzara de los zabaleen, como si se tratasen de un lastre del atraso. Y debería avergonzarse, mas no de su existencia ni de la actividad que los zabaleen ha ejercido desde hace más de cincuenta años, que se traduce en un óptimo servicio a la comunidad; sino de las paupérrimas condiciones de vida en que se ha marginado a los zabaleen, y ante lo cual las autoridades no han implementado estrategia alguna.

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