miércoles, 3 de marzo de 2010

Al Maestro Enoch


“Si tengo que morir que sea por marzo, de noche de pronto, y sin ni un llanto, mientras los astros midan los horarios y justifican su quehacer amargo”



Chiapas está de luto, Enoch Cancino Casahonda, uno de sus grandes poetas dejó de existir la madrugada de este martes dos de marzo.

Nace en Tuxtla Gutiérrez Chiapas, en 1928, y su nombre es una verdadera institución en la poesía chiapaneca. En su obra vibra la provincia a plenitud. En su particular regionalismo, en su autorreconocimiento, se encuentran –justamente- los valores universales de su poesía.

Médico de profesión, presidente de la Corresponsalía del Seminario de Cultura Mexicana en Tuxtla Gutiérrez y miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua desde 1974, Enoch Cancino Casahonda ha publicado, entre otros, los poemarios siguientes: Con las alas del sueño (1952), La vid y el labrador (1957), Ciertas canciones (1964), Estas cosas de siempre (1970), Antología poética (1979), Tedios y memorias (1982) y recientemente, bajo el sello editorial de Katún, en su serie “Poesía contemporánea”, La vieja novedad de las palabras (1985).

En Tedios y memorias, por ejemplo, es indudable que los surcos del tiempo imprimen resonancias en la existencia, provocando sensaciones en el recuerdo. Quizá la memoria sea eso: un murmullo en el tráfago del camino. El hombre, desde luego, también está hecho de tejidos y obscuridades; melancolía monótona en duermevelas. Claroscuros y nostalgias que se aposentan en el estado de ánimo del individuo. Pero si éste es poeta, el murmullo se transforma en voz, en ritmos que de alguna manera traducen y captan esas atmósferas y sensaciones.

El libro adopta un tono melancólico, pausado, lleno de monotonías: obscuridades y claroscuros enfrentados a la luminosidad del recuerdo. Técnicamente se describen esos Tedios y memorias en virtud del tono. Setenta poemas que glosan el transcurso del hombre, ese ser social atenaceado de contradicciones y desesperanzas. Ciertamente: en Tedios y memorias persiste una visión materialista del mundo. Cancino Casahonda sabe de antemano que todo transcurre así, con una única meta: la desaparición física; por lo mismo, ante esta contundente revelación, el poeta plantea con sencillez situaciones sentimentales para darnos la profundidad de las cosas.

Quien fuera ganador del Premio Chiapas y de la medalla Rosario Castellanos por la calidad de sus letras, deja una pérdida irreparable al mundo de la cultura, de la ciencia; y como un extraordinario ser humano que fue durante toda su vida “Don Noquis” como le llamaban sus amigos.

En el vestíbulo del Congreso local, los tres Poderes del Estado rindieron un homenaje póstumo a Enoch Cancino Casahonda.

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